sábado, noviembre 10, 2007

10/11/2007 PERSONAS QUE DEJAN HUELLA (beato Bartolomé Rodríguez Soria)

Paqui de la Madriz Galindo tiene la amabilidad de enviarme este documento sobre la vida, martirio y muerte de nuestro nuevo beato D. Bartolomé.
En noticias anteriores ya os informaba de la beatificación, ponía una foto y un enlace a un texto sobre él, pero este texto que a continuación pondré es más extenso y detallado.
La verdad es que el protagonismo en la iniciativa de la beatificación la llevó exclusivamente Munera; pueblo donde murió y de donde era párroco, y en Riópar casi ha pasado inadvertido, como si no hubiera ningún interés en el asunto.
A ver si, por lo menos, ponemos interés en enterarnos a posterori y nos encomendamos al olvidado.

"En Roma, el día 28 de Octubre la Iglesia ha beatificado a un grupo de personas a los que ha llamado los mártires del Siglo XX, entre los que se encontraba
D. Bartolomé Rodríguez Soria.

-¿Quién era D. Bartolomé?
Nació en Riópar el día 7 de Septiembre de 1894, fueron sus padres Vicente Rodríguez García y Joaquina Soria Monterde, ambos naturales y vecinos de Riópar, siendo sus abuelos paternos José (natural de Villanueva de la Fuente) y Victoria (de Riópar) y los abuelos maternos Bartolomé (de Pozohondo) y Candelaria (de Riópar).


Ingresó en el Seminario de Toledo en el mes de Septiembre del año 1907 y ordenado sacerdote por el cardenal Guisasola en la capilla del Palacio Arzobispal, el día 16 de Marzo de 1918. Sus años de ministerio sacerdotal pasaron en Elche de la Sierra, Balazote, el Bonillo, Peñascosa y finalmente fue nombrado Párroco de Munera en 1927.
A los que no le conocimos, su forma de vivir nos llegó a través del testimonio de sus hermanas Candelaria y Rafaela, que hablaban de él con veneración, estaban convencidas que se trataba de un santo. A través de ellas pudimos conocer como D. Bartolomé ya desde niño demostraba su amor a Cristo. Cuando aún no tenía siete años tuvo la valentía de corregir a un señor que estaba blasfemando. Se acercó a él y le dijo:
“Escúpame si quiere en mi cara pero no blasfeme contra Dios”. Y aquel hombre de modales rudos lo atrajo hacia él y después de besarle le dió las gracias.

Ya ordenado sacerdote en su ministerio, destacó siempre el amor a la Virgen a quien había escrito varias poemas.
Fue un Párroco siempre amable que jamás tuvo enemigos. Hacía de campanero, de organista y de sacristán, para que los actos litúrgicos revistieran todo el esplendor posible.

Se dedicó por entero a los enfermos, la catequesis, y sobre todo su vida la centraba en la Eucaristía.
Contaban que nunca hablaba con nadie antes de celebrar la Santa Misa, y que en el momento de la Consagración, siempre había una serenidad especial en su cara. Decían que siempre pedía el morir mártir, y su deseo se vió cumplido.
La guerra civil española le sorprendió en Munera; de donde, a pesar de las recomendaciones de sus amigos, no quiso marcharse alegando que el buen pastor no aqbandona a sus ovejas.

Por sólo el hecho de ser sacerdote fue detenido el 27 de Julio de 1936.
Junto con otros presos fue conducido a la iglesia convertida en cárcel.
Al negarse a blasfemar comenzó el martirio que duró cuarenta y ocho horas y que fue un martirio atroz, hasta que murió el día 29 de Julio de 1936.
Antes de morir, con la carne hecha jirones, cuando se dio cuenta que la vida se le escapaba, llamó uno por uno a sus verdugos y besándoles las manos, les dijo que les perdonaba de todo corazón, ante el asombro de todos los presos que allí estaban. Después se dejó caer en las losas de la sacristía y murió, sin haber salido de su boca una queja ni un lamento, sólo le oyeron decir “Todo lo ofrezco por tu pasión Jesús”. Los hombres que habían aplicado el martirio a aquel humilde sacerdote, fueron saliendo en silencio. Los testigos, afirmaron que los ojos les brillaban de forma distinta de cuando entraron. No pudieron librarse de la emoción general y salían llorando. Decían: Hemos visto morir un santo.
Todos los presos, (también algunos de sus verdugos) testificaron después lo que allí ocurrió.
Al cementerio le llevaron en un carro de basura y allí le dejaron.
El pueblo de Munera lloró a su Párroco. No fueron munerenses quienes le torturaron y dieron muerte.

El día 23 de Julio del año 1940 las autoridades del pueblo quisieron que los restos del mártir fuesen llevados desde el nicho que ocupaba a una cripta abierta al pie del presbiterio de la que fue su última iglesia parroquial, donde se encuentra actualmente.
El proceso de beatificación comenzó en la diócesis de Toledo a petición de una comisión formada por las autoridades civiles y eclesiásticas de Munera e impulsadas por el periodista Enrique García Solana, (natural de Munera) el 6 de Septiembre el año 1963, y ha tenido su culminación el día 28 de Noviembre en Roma.


¿No corresponde a Riópar tener un reconocimiento con este nuevo beato?
D. Bartolomé era hijo de este pueblo, y nos sentimos orgullosos de ello. Algo debemos hacer para que este mártir siga formando parte de la vida de fe de nuestras comunidades y sea de verdad persona que dejó huella, como es reconocido en otros pueblos de nuestro entorno, y que la semilla que dejó sembrada y regó con su sangre, no caiga en terreno baldío. "